El Yo – Mario Asef © 2014
No estoy muerto. Miro desde arriba este paisaje cinematográfico que fué creado para ser visto y no vuelo. No es un ángel ni un espíritu el que les habla. No es mi pensamiento el que están escuchando. Es una voz que grabé un año después de haber filmado estas imágenes. Aún así; el medio no es el mensaje – lo es quizás para un arte en decadencia, un arte muerto. Pero yo no estoy muerto. Con el tiempo esta aseveración también será una mentira. Pero eso ahora no importa.
Hans J. Williams ha muerto. El nieto del valeroso Charles M. Williams quien cayó luchando para liberar a este país durante las guerras cívicas. Murió pensando en que nadie lo recordaría y tuvo razón. A nadie le interesa el nieto de un simple soldado sin mayores méritos que el haber tenido un abuelo que soportó las atrocidades de la guerra para al fin morir por su patria. En una guerra civil las víctimas de ambos bandos mueren por la patria. Solo las que caen por el bando triunfante son recordadas por ello. Las patrias mueren sin hombres que mueran por ellas. Esa es la paradoja de la civilización: unos mueren para que otros vivan para contar la historia como propia. La historia los amalgama moralmente. Por eso “no existe prueba de civilización alguna que no sea al mismo tiempo una prueba de la barbarie”.1
1– Walter Benjamin, Illuminationen.